El término roble es usado para referirse a muchas especies de árboles del género Quercus, nativo del hemisferio norte, y ocasionalmente también a especies de otros géneros de la misma familia (Fagaceae) o incluso de otras familias, como en el caso de algunas especies sudamericanas de Nothofagus (fam. Nothofagaceae).
En su uso originario el término, derivado del latín robur, designa a especies europeas de Quercus de hojas blandas, de borde sinuoso, caducas, propias de climas templados oceánicos; o bien de variantes frescas, por altitud, del clima mediterráneo.
El más notable de los robles europeos es Quercus robur, la especie forestal dominante en la vertiente atlántica de Europa. Así, esta variedad recibe los nombres de carballo en Galicia, en la frontera extremeña con Portugal, y en Zamora (La Carballeda y Sanabria), carbayu en Asturias y cajiga en Cantabria.
Otra especie de ecología parecida es Quercus petraea, el roble albar. De las especies mediterráneas la más extendida en la Península Ibérica es Quercus pyrenaica, dominante por ejemplo en las sierras próximas a Madrid.
El roble común crece en suelos con humedad por lo que en la Península Ibérica solo abunda espontáneo en las cordilleras húmedas o las regiones más septentrionales. No se suele emplear en silvicultura dado su lento crecimiento, pero su madera, de tipo dura, es una de las más apreciadas.
En el hemisferio norte, es posible encontrarlo tanto en climas fríos como tropicales en Asia y América. Su desarrollo se alcanza a los 200 años y hay datos de haber llegado a los 1600 años.
Un bosque de robles recibe el nombre de robleda, robledo o robledal.